Durante la época de vacaciones, si eres muy consciente de ello, no vas a transgredir de manera dramática tu forma de alimentarte; sin embargo, es habitual que cuando llega esta época nos liberamos en muchos sentidos y por lo que respecta a la comida nos dejamos llevar: cervecita fresca, helados y un cierto descontrol alimentario se apodera de nosotros.
Antes de que llegue el verano vivimos un pequeño paréntesis llamado mini vacaciones de Semana Santa. Algun@s con suerte hacen toda la semana y los que no, cuatro días que sirven para recargar pilas y desconectar del trabajo y la rutina. Ambas circunstancias son bien recibidas. Pero, ¿qué pasa si se estaba a dieta y la hemos transgredido? ¡No desfallezcamos! Un pequeño contratiempo traducido en una NO pérdida de peso o en un par de kilos añadidos, no nos va a detener en nuestro objetivo.
Hoy nadie duda de los efectos globales que la revolución industrial y los avances en este sentido han provocado sobre el clima y los entornos naturales. Las sociedades y los individuos se ven afectados por una globalización que avanza a pasos de gigante, dejando de lado maneras de hacer de nuestros ancestros: el nomadismo, los transeúntes, la agricultura de autosuficiente… todo se magnifica y mucho está al alcance de todos.
Nuestro sistema digestivo es como una central térmica que obtiene la energía a partir de los alimentos, estos tienen que ser transformados, pasando por complejas reacciones bioquímicas. Vemos entonces que, a pesar de que no lo parezca, somos una maquinaria compleja y perfecta la cual necesita de recursos básicos y de materia prima para funcionar (los alimentos), pero también de otros factores que la mantengan en perfectas condiciones de funcionamiento óptimo y eficaz.
La ansiedad no es un alimento, pero sí, también puede hacer engordar. En muchas ocasiones las personas que se “ponen a dieta” con el objetivo de “perder peso” fracasan en su intento, porque el simple hecho de escuchar la palabra “dieta” lo asocian a prohibición, generando estados de ansiedad y miedo para no transgredirla.
Prometeo protagoniza un mito que representa el eterno antagonismo entre dioses y hombres, formando parte de los relatos míticos de la tradición griega que, en ocasiones, tienen paralelismos que justifican circunstancias o hechos cotidianos de nuestra vida hoy. Es el caso del mito de Prometeo.
El cerebro consume 5,6 miligramos de glucosa cada 100 gramos de tejido cerebral por minuto. Con esta afirmación resulta evidente que la principal fuente de energía del cerebro es la glucosa y que las neuronas la necesitan indiscutiblemente para “alimentarse”.
Slow food, flexitarianos, healthy food, bebidas detox o antiox, harinas de nueces, de garbanzos, bebidas vegetales enriquecidas con todo lo susceptible de enriquecer, los nicecream (“helados-amables” como sinónimo de “helado- saludable” elaborado con plátano en vez de leche, nata y huevos) y un largo etcétera…
Hace unas semanas llegó el otoño y, de nuevo asociamos otoño con la caída de las hojas de los árboles, los tonos marrones de la naturaleza y la recogida de setas en la montaña. La imagen la tenemos todos en mente y resulta un clásico.
En el año 1905 se organizó en París un campeonato de ascenso de las escaleras de la Tour Eiffel. Participaron 227 “subidores de escaleras”. Hubo un vencedor, un ciclista de competición Eugène Forestier que alcanzó el segundo piso en tres minutos y doce segundos.