Nuestro estilo de vida dista mucho, muchísimo, de cómo nuestros ancestros vivían su día a día para sobrevivir. Alimentarse consistía, antes de la aparición de la agricultura, en correr detrás de la presa que aportaría el sustento para la familia e incluso toda la tribu, y también correr para huir de los depredadores, así como recolectar raíces y frutos para asegurar el sustento alimentario.
Han empezado a descender las temperaturas y nuestro organismo debe adaptarse a ello. Venimos de un clima benigno con unas temperaturas agradables y más o menos constantes, y ahora, que estamos en pleno otoño, toca reforzar nuestro sistema inmunitario.
¿Es lo mismo hambre que apetito? Aunque son términos sinónimos, las connotaciones son ligeramente distintas.
La prevención tiene en estos días que transcurren más sentido que nunca. Prevenir significa “intentar tener precauciones o medidas por adelantado para evitar un daño, un riesgo o un peligro”. Nuestro riesgo más inmediato, hoy, es el de no contagiarnos, por ello con las medidas necesarias “de prevención” ampliamente difundidas y que, a estas alturas ya deberían estar integradas por cada uno de nosotros, es posible minimizar el riesgo: depende de todos.