Disfrutar de las vacaciones en familia

El verano se asocia inevitablemente con las vacaciones. Y las vacaciones, para aquellos que se lo pueden permitir, representan viajar o desplazarse a lugares cerca de la playa o de la montaña, alejados del entorno habitual. ¿Pero qué pasa cuando estas vacaciones, aparentemente idílicas, soñadas y tan deseadas, se comparten con la familia: la pareja, los niños, otros integrantes de la familia…? 

Las cifras lo dicen todo: una de cada tres parejas corre el riesgo de finalizar su relación al acabar el verano.

Podría parecer que las cifras no son consistentes pero teniendo en cuenta que según el INE (Instituto Nacional de Estadística) confirma que “el año pasado los divorcios, separaciones y nulidades matrimoniales subieron un 1% interanual, y se contabilizaron  102.342 casos en total”, muchos de ellos se producen precisamente después de las esperadas vacaciones. Las crisis de pareja sobrevienen cuando la estabilidad emocional se fragiliza, sucediendo, en muchos casos, que algo que se ha conseguido y se posee resulte insoportable y que algo que no se tiene se convierte en objeto de deseo e imprescindible. Esta sensación de que durante las vacaciones tenemos que sentirnos mejor, pasárnoslo muy bien, divertirnos a todo costa y vivir las experiencias de nuestra vida, implica crear unas expectativas que no pueden no llegar a ser alcanzadas y, si en el fondo, se han vivido momentos complicados en el seno de la pareja previos a las vacaciones, lo que queda probablemente sea hasta que las vacaciones nos separen.

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La mayoría de las separaciones de parejas que se producen en la etapa estival se producen en parejas relativamente jóvenes de entre 28 a 38 años, con un niñ@ pequeñ@. El perfil coincide en que ambos trabajan durante todo el año fuera de casa y que las vacaciones, de las que se espera sean la época de descanso y relax, los deberes de cada uno no cubren las expectativas del otro provocando confrontaciones que a menudo se viven con decepción.

La media de duración del amor en el sentido más estricto entre una pareja es de entre 18 meses y 3 años.

La sociedad laboral actual exige individuos que trabajen duro y acepten una gratificación (las vacaciones) de la que deben exprimir al máximo la diversión para así regresar a la rutina diaria felices y entregados. No divertirse o pasárselo bien supone hacerse preguntas tales como ¿qué me pasa? Estoy de vacaciones y mi obligación es ser feliz, si esto no es así se despierta un sentimiento de culpa. Todo este conflicto combinado con las vacaciones en familia debe llevar a pensar que si la pareja se ha convertido en una maquinaria de producir y consumir termina siendo un engranaje meramente económico en la que la comunicación y el amor no tienen cabida. Cuando llegan las vacaciones el trabajo no es el obstáculo para el ocio pero es posible que entonces aparezcan de forma más clara las diferencias, la falta de deseo y la pérdida de felicidad.

Comunicar aquello que nos gusta y lo que no antes de iniciar las vacaciones puede evitar conflictos durante ellas. Un detalle que cabe tener en cuenta en relación a lo que significa el mes de setiembre, es que al igual que cuando empieza el mes de enero, se trata de un mes en el que los buenos propósitos (me apunto a un gimnasio, empiezo una dieta para reducir peso…) o las decisiones, aparentemente importantes, deben tomarse en ese momento. Se pospone a setiembre aquello que pueda resultar doloroso durante el verano o durante las vacaciones, siendo éstas como una última oportunidad para reflexionar, alejados de las rutinas del día a día.

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La conclusión final pasa por actitudes a tener en cuenta durante esta época, posiblemente presentes en nuestro subconsciente, pero que el quehacer diario nos las esconde pasando desapercibidas cuando el deseo de empezar vacaciones nubla los pensamientos:

- no sobreestimar las vacaciones como la felicidad máxima y que serán lo mejor que pase en la pareja o en la familia es mejor cuestionarse qué hacemos durante el año para contribuir a la felicidad de manera más permanente y no tan estacional - en caso de crisis previas, hablar antes, no esperar a ir de vacaciones para solucionar un problema pues con la convivencia se puede agravar

- evitar el estrés vacacional con muchos programas de actividades, aburrirse de vez en cuando es sano para la mente - emplear las vacaciones para compartir tareas, deberes y, en el caso de tener niñ@s, contribuir e implicarse en su tiempo, divertirse con ell@s

- tener una actitud abierta y positiva, los contratiempos pueden convertirse en una divertida aventura para contar a la vuelta.

...Felices vacaciones...